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Una alienígena visita un jardín

Voynich III recortado.png

27/05/2021 

Andrea Pérez Su, entusiasta directora de cine, mitad peruana mitad  mexicana, me invitó a participar en una residencia “artística” en el Huerto  Roma Verde. Mi lógica urbana me obligó a sugerir qué la ayudaría a buscar  un/a candidat@ más idóne@. Y olvidé mi promesa porque estoy pensando  siempre es miles de cosas a la vez. Pasó el tiempo y las personas  involucrad@s me escribieron para invitarme a la residencia e intenté  negociar las fechas de inicio y cuando fue obvio que debía encarar la  responsabilidad, acepté la cita para este jueves. Como alienígena, me  pregunto ¿qué puedo hacer en un jardín? No soy buena cuidando uno y  tampoco he buscado la inspiración en un jardín. Llevo horas dudando si  quiero hacer la residencia, me pongo el vestido, los zapatos para caminar  en suelos diversos y de pronto, felizmente, me surgen las preguntas y me  subo al coche, dispuesta a dejarme sorprender 

Llegué al Huerto y estaba muy cambiado en relación a mi visita previa el 7  de febrero del año pasado, la cual fue extraña porque fui de noche a una  cena en honor de unos galeristas neoyorquinos que se dedican a difundir el  performance, amigos de Martín Rentería, quien me invitó. Eran días de las  ferias de Maco Arte y Material Art Fair. Jamás conocí a los galeristas que  Martin pretendía presentarme porque todo estaba iluminado por veladoras  chaparras y había demasiada gente degustando la cena vegetariana.  

Esta vez, eran las 6.32 pm, cuando llegué y me adentré hasta un punto y le  mandé un WhatsApp a Emilio Carrera, que fue la persona que me contactó  para la residencia. Las nuevas construcciones me achicaron el espacio de  cómo yo lo recordaba. Gea y Emilio llegaron por mí al punto dónde sentí que  me podían encontrar. Ell@s son gente joven, igual de entusiastas que  Andrea y fuimos a recoger sus cosas a un punto y de ahí nos movimos hacia  una mesa con sillas que estaba techada.  

Vinieron los rituales de reconocimiento, de quienes somos, cómo conocí a  Andrea y de cómo acepté, desde la incertidumbre y la perplejidad, la  invitación para la residencia. Comenté que la curricula de los participantes  me impresionaba por su pasión para dedicarse a la actuación y el teatro y  que Edward Ehimare, el chico de África Occidental representa / es un  misterio para mí. 

Obviamente cuando lees el enunciado del proyecto, el carácter alienígena  que te conduce, te obliga a preguntarte si puedes encajar en un grupo así.  El proyecto general es “Danzas vegetales es una pieza transmedial de  multiples resultados formales que surgir ́ an de las residencias de sus ́ colaboradorxs. Tiene como pieza medular una dramaturgia performativa  compuesta por dichxs colaboradorxs, y se enriquece con otras piezas que cada residente haya elaborado desde sus propios soportes, búsquedas,  creaciones.” 

“El sentido de Danzas Vegetales es conformar un grupo de seis artistas –y  no artistas- que partiendo de las siguientes preguntas pueda relacionarse  con el autocuidado, la sanacion y la manera en que se ha prolongado el ́ distanciamiento físico por la Covid19. ¿Como nos ́ relacionamos con las  plantas –medicinales, alimenticias, urbanas, etc- desde una perspectiva  que considere al ser humanx como una especie mas dentro de la multitud ́ de especies que coexisten en el planeta tierra? ¿Como escribir y performar ́ desde la perspectiva de una planta, se puede? ¿Se puede crear a partir de  la voz de una planta? ¿Las plantas tienen voces? ¿Quéhay de vegetal en  nosotrxs, en nuestros discursos, en nuestras practicas art ́ ísticas o en  nuestras vidas cotidianas? ¿Qué relacion se ha es ́ tablecido o se puede  establecer con las plantas en el contexto de esta pandemia, como buscamos ́ la sanacion en este contexto?” ́ 

Para esconder mi inseguridad, hablé de libros, de mi familia y  afortunadamente, el ritual de los reconocimientos incluyó a Miguel Ángel,  un joven biólogo de la UNAM, FES Iztacala, quien trabaja en el Faro de  Cuatro Caminos. Conté la anécdota del desfile de modas en el Faro de  Atzcapotzalco y de cómo me ofrecieron trabajo de profesora de taller de  moda y porqué no pude aceptarlo. Edward presenta mañana, sábado 29 de  mayo, a las 10.00 am, los resultados de su residencia, con un desayuno  vegetariano a base de todo lo que produce el Huerto.  

Entonces, yo les comenté que los esfuerzos del proyecto de Residencias  Vegetales y del Huerto Roma Verde eran ecos de un ideal del Renacimiento:  el mito de la Arcadia, por supuesto esta referencia literaria no estaba en su  horizonte y les expliqué que era una región imaginaria de eterna  primavera, donde tod@s vivían en paz y jamás les faltaba el alimento. Por  último, les hablé de un libro fascinante El Manuscrito Voynich, a partir del  comentario de Miguel Ángel de que le interesaba la ilustración científica. 

Empecé esta bitácora para investigar lo intrigante que es un jardín y/o un  huerto. Y si me sirve para mi práctica artística, ya sea el ruido (me gustaría  saber como reaccionan las plantas a mi manera de tocar la guitarra), la  escultura o el performance 

En medida de mis clases, mi proceso de “titulación”, debo ver cada cuando  voy al Huerto y averiguar qué hago. Por ahora, me intriga saber que hay  plantas superiores y plantas inferiores. Las primeras florecen y dan fruta,  las otras pueden ser como los helechos 

31/05/2021 

Después de pensarlo bien, sigo ponderando que no soy la artista “adecuada”  para esta residencia. Si fuera la selección de una obra teatral, yo soy la  miscast, la actriz en el papel equivocado. Mi relación con el mundo vegetal,  siempre ha estado malhadado. Desde mi infancia, he vivido en  departamentos, sin plantas interiores porque eran muy chicos ni seres sintientes como perros o gatos porque a mi madre no le gustaban. Alergias  o no, no le gustaban. 

Si bien de niñ@, fui a los Viveros de Coyoacán o fui de campamento a  algunos de los bosques cercanos a la Ciudad de México, nunca tuve una  inclinación especial por el mundo vegetal o por las plantas, para mí eran  como parte del decorado de mi niñez para ir creciendo. Ningún adult@  estaba preocupad@ por hablarnos de lo benéfico de las hierbas medicinales  o del nombre de los diferentes árboles. Así estuve de los 8 a los 48 años. 

Ya en mi edad madura, cuando hice una fiesta de bienvenida en el  departamento que acababa de remodelar, una amiga invitada me regaló  una pata de elefante para decorar y para mi horror, no la supe cuidar  porque la ahogué por echarle demasiada agua. Nadie me había dicho el  futuro que me esperaba, cuando empecé a salir con mujer maravillosa. 

A los tres años de andar juntos, ya llevábamos dos años de casados, su  madre murió relativamente joven y mi compañera, como hija única, heredó  una casa con dos jardines en la Ciudad de México y una “pequeña”  propiedad en una población del Estado de Morelos.  

Mi primera mañana en la casa, casi provoca un desastre al ver tanto sol,  un pino que refulguía de verde. No vi venir esta bienvenida a nuevas  responsabilidades: cuidar dos jardines, barrer diariamente la calle, so pena  de ver acumularse miles de hojas de los cuatro árboles de calle que estaban  en el perímetro de la acera de la casa o las hojas de la terraza. 

Cada tres o cuatro semanas, íbamos a la propiedad del Estado de Morelos,  el cual debía verse como un pequeño paraíso tropical pero la verdad, era  angustioso la cantidad de responsabilidades que se debían afrontar con la  producción de mango, naranja, limón y cómo no íbamos en carro, aquello  era como el castigo de Sísifo. 

Entonces, mucha gente pensará que soy una malagradecid@ por no ver las  cosas buenas de esta relación con la madre naturaleza, siempre fue una  carga difícil de llevar. Desde niñ@ fui enfermiz@, el único refugio fueron los  libros y acepté mi vida en pequeños departamentos llenos de libros de mi  madre, los de mis herman@s o los míos, sobretodo los míos. 

04/06/2021 

Debo asumir seriamente esta residencia que ocurre en un huerto al aire  libre, el semestre en la escuela entra en las últimas cuatro semanas y todo  se ha intensificado, el taller de moda ha tomado un enorme vértigo porque  l@s once participantes están preparando sus colecciones con mucho  compromiso, los otros tres seminarios tienen menos estudiantes pero están  igualmente prendid@s. Emilio y Geo me invitan muy seguido para saber  cuándo iré al Huerto, me escudo en mis compromisos académicos y la  temporada de lluvias. No me puedo enfermar de gripe, ni tos ni la garganta  para no forzar al corazón a trabajar más.

Leo en el libro de Guido Ceronetti, El Silencio del Cuerpo, que Nick Ludd,  probablemente, no existió y sin embargo, la cultura luddita es una  tendencia cultural que permea la Historia de la humanidad desde la  Revolución Industrial y las masacres contra los campesin@s que se  rebelaron contra las máquinas. Hoy en día, podemos encontrar ciertos  rasgos ludditas en personas hípsters, educados, que usan la bicicleta para  recorridos en zonas “seguras” de la ciudad, compran alimentos orgánicos  en Green Corner, levantan la mierda de sus perrhijos y procuran dejar una  huella de carbón relativamente baja. Los Godínez son los salvajes que  comen toda la comida chatarra que pueden, transporte colectivo o coche  para ir al trabajo o a la pachanga y son fans de los deportes. Amb@s son las  dos caras de la misma moneda.  

La pandemia cambió todo.  

07/06/2021 

Tengo que aprender a compartir archivos PDF en el Drive del grupo. He  tomado varios cursos digitales para poder usar la plataforma que el INBA  “compró” o “alquiló” para que todas las escuelas que forman parte del  sistema educativo artístico podamos dar clases en línea y aún así, hay  muchas cosas que no aprendí bien o las olvidé rápidamente. Sí quiero subir  estas tres lecturas que leí el año pasado que podrían servirnos para las  búsquedas que se plantean en Danzas Vegetales: Achille Mbembe “El  derecho a respirar” publicado en Terremoto, Donna Haraway Manifiesto de  las especies de compañía: perros, gentes y otredad significativa y Ursula  Biemann y Paulo Tavares “Forest Law – Selva Jurídica”. En mi muro de  Facebook, he subido libros increíbles como Jardinsofía pero debo buscarlo  en el río de cosas que comparto en la red. 

Las lluvias me tienen encerrada en casa. ¿Son un buen pretexto? Mi idea  de Residencia es extraña, porque en el performance no usas un taller per  se, ni tampoco quedarte en un hotel chic o equis, por lo general, me  quedaría en la casa de algún / alguna artista colega y la idea de  investigación para hacer un performance no está en el taller ni en los libros,  está en la calle y en conocer gente. En el Huerto ves a l@s visitantes pero  no interactúas con ellos, por lo general son familias o personas que llevan  a sus perros a pasear. No soy fans de los perros. Mi calle huele a orina y  mierda de perros y clasismo de sus dueños… 

Cuando voy al Huerto, solamente veo a Emilio y tal vez, Geo pero la lluvia  y el exceso de chamba me tienen atada a mi departamento y mis lecturas… 

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