El Cuerpo Inculto - Mala hierba es una activación corporal a través de metáforas del universo plantae.
Si los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo, pensamos en un lenguaje vegetal, para habitar el mundo de las plantas, como una apuesta fuera del cultivo humano del lenguaje, del conocimiento de lo vegetal, de las analogías agrícolas y de la representación formal de las plantas en el cuerpo.
Pensar vegetal es el hacer vegetal. [M. Merder].
Danzar el cuerpo inculto y vegetal será crecer como la mala hierba en el espacio cultivado por el lenguaje de las representaciones humanas.
Podríamos hablar de un ritual de siembra del movimiento interior, sin embargo esto nos lleva inevitablemente al mundo de lo humano: del cultivo, de la cultura y del culto como rito simbólico. Hemos dicho que este intento busca salir de las metáforas de la representación / acción humana, por lo que si acaso te gustaría pensar en la siembra y en tu cuerpo como sustrato, recuerda que serás a la vez sustrato, semilla, planta, tallos, hojas y flor toda vez que tu cuerpo mismo es un mundo.
El papel del tiempo como condición de posibilidad del crecimiento observable se vuelve hacia una pulsación interna que paraleliza fenómenos, florecer y perecer de manera simultánea.
El silencio
Los árboles, las plantas, las flores nos enseñan ese lenguaje silencioso, imperceptible, esa comunicación otra. Les invitamos a las niñas y a los niños a pensarse como ese árbol, en silencio, dibuja con tu cuerpo, con tus manos una flor y después nos ofrendamos cada quien esta flor que somos nosotras, nosotros. El silencio no es entonces un mandato sino una oportunidad para esa inmovilidad contemplativa que nos enseñan las plantas que viven una vida secreta para nuestros oídos.
Tal vez, si fueron a la escuela en México, recuerden esta retahíla que proponían maestras y maestros antes de empezar la clase:
"Un candadito nos vamos a poner, el que se lo quite va a perder" o el imperativo a permanecer quietas, quietos en nuestro lugar para librarnos de regaños, ridículos y castigos.
Las plantas nos recuerdan y enseñan que la quietud y el silencio no son cancelación sino expresión de vida.
Raíces arraigadas, firmeza y dignidad, voz y libertad y silencios contemplativos para ofrendarnos los frutos de nuestra imaginación.
Aquí aparece una dancita de pie: Raíces / florezco con mis brazos, abro al máximo el pecho / corro por el espacio / Raíces /
¿Cómo suena esta flor? Busco que otras flores se parecen a mi.
Agradezco, porque no estoy solo o sola y hay un bosque, un huerto, que contiene y cuida.
Nora: Algo que me gusta compartir cuando trabajo con niñas y niños, porque claro que es difícil lidiar con la expectativa adulto-centrista de que se estén quietos, callados y nos brinden toda su atención, es recordarles la fortaleza de los árboles y a pensarse como estos seres, arraigados a la tierra, interconectados por debajo y resistentes a toda inclemencia del clima. Ver a las niñas y niños con total atención en sus pies, el tronco firme y recto, los brazos y el pecho abierto en intención de recibir, de florecer, es de las cosas más potentes y reveladoras en mi trayecto como tallerista y mediadora.
-Corremos por el espacio y cuando diga "RAÍCES" todas, todos, nos detenemos y permitimos que desde nuestros pies, las raíces imaginarias atraviesen los zapatos, el cemento, la cancha, el patio. Inmovilidad contemplativa.
Esta inmovilidad contemplativa es urgente frente a la quietud que se relaciona con la impotencia, con la imposibilidad de acción o con el mandato de permanecer en un mismo sitio para "no molestar".
Las infancias son a la vez raíces y semillas. Por un lado nos recuerdan el arraigo contemplativo y la unidad de la vida en los profundidades y por otro lado, la posibilidad de un futuro. Fruturo.